La "Nueva" Novena de Navidad
Oración para todos los días
Benignísimo Dios de infinita caridad,
que tanto amasteis a los hombres,
que les disteis en vuestro Hijo la mejor prenda de vuestro amor
para que hecho hombre en las entrañas de una Virgen,
naciese en un pesebre para nuestra salud y remedio;
yo, en nombre de todos los mortales,
os doy infinitas gracias por tan soberano beneficio.
En retorno de él, os ofrezco la pobreza, humildad
y demás virtudes de vuestro hijo humanado;
suplicándoos por sus divinos méritos,
por las incomodidades con que nació
y por las tiernas lágrimas que derramó en el pesebre,
que dispongáis nuestros corazones con humildad profunda,
con amor encendido, con total desprecio de todo lo terreno,
para que Jesús recién nacido tenga en ellos su cuna y more eternamente.
Amén.
(Se reza tres veces el Gloria al Padre)
Consideración
(Es lo único que varía cada día)
Soberana Maria que por vuestras grandes virtudes
y especialmente por vuestra humildad
merecisteis que todo un Dios os escogiese por madre suya,
os suplico que vos misma preparéis y dispongáis mi alma,
y las de todos los que en este tiempo hicieren esta novena,
para el nacimiento espiritual de vuestro adorado hijo.
¡Oh Dulcísima Madre!
comunicadme algo del profundo recogimiento y divina ternura
con que le aguardasteis vos
para que nos hagáis menos indignos de verle,
amarle y adorarle por toda la eternidad.
(Se reza el Avemaría)
Oración a San José
¡Oh santísimo José, esposo de Maria y padre putativo de Jesús!
Infinitas gracias doy a Dios porque os escogió para altos ministerios
y os adorno con todos los dones proporcionados a tan excelente grandeza.
Os ruego, por el amor que tuvisteis al Divino Niño,
me abraséis en fervorosos deseos de verle y recibirle sacramentalmente,
mientras en su Divina Esencia le vea y goce en el cielo. Amen.
(Se reza el Padre Nuestro)
Gozos o Aspiraciones para la venida del Niño Dios
Dulce Jesús Mió
Mi niño adorado.
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
¡Oh Sapiensa suma
Del Dios soberano,
Que al nivel de un niño
Te hallas rebajado!
¡Oh Divino infante
Ven para enseñarnos
La prudencia que hace
Verdaderos sabios!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
¡Oh raíz sagrada
De José, que en lo alto
Presentas al orbe
Tu fragante nardo!
¡Dulcísimo Niño
Que has sido llamado
“Lirio de los Valles,
Bella flor del campo!”
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
¡Oh lumbre de Oriente
Sol de eternos rayos
Que entre las tinieblas
Tu esplendor veamos!
¡Niño tan precioso
Dicha del cristiano,
Luzca la sonrisa
De tus labios!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
Rey de las naciones
Emmanuel preclaro.
De Israel anhelo
Pastor de rebano!
¡Niño que apacientas
Con suave cayado
Ya la oveja arisca
Ya el cordero manso!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
Ábranse los cielos
Y llueva de lo alto
Bienhechor roció
Como riego santo!
¡Ven hermoso Niño!
¡Ven Dios humanado!
Luce, hermosa estrella,
Brota flor del campo!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
Ven que ya Maria
Previene sus brazos
Do su Niño vean
En tiempo cercano!
¡Ven que ya José
con anhelo sacro
se dispone a hacerse
de tu amor sagrario!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
¡Del débil auxilio.
Del doliente amparo,
Consuelo del triste,
Luz del desterrado!
¡Vida de mi vida,
mi sueño adorado,
Mi constante amigo,
Mi divino hermano!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
¡Ve ante mis ojos
De ti enamorados
Bese ya tus plantas!
Bese ya tus manos!
Prosternado en tierra
Te tiendo los brazos
Y aun más que mis frases
Te dice mi llanto!
Ven Salvador nuestro,
Por quien suspiramos,
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
Oración al Niño Jesús
Acordaos ¡oh dulcísimo Niño Jesús!
Que dijiste a la Venerable Margarita del Santísimo Sacramento,
y en persona suya a todos vuestros devotos,
estas palabras tan consoladoras
para nuestra pobre humanidad agobiada y doliente:
“Todo lo que quieras pedir,
pídelo por los meritos de mi infancia y nada te será negado”.
Llenos de confianza en Vos, ¡Oh Jesús, que sois la misma verdad,
venimos a exponeros toda nuestra miseria.
Ayúdanos a llevar una vida santa,
para conseguir una eternidad bienaventurada.
Concédenos por los meritos infinitos de vuestra encarnación
y de vuestra infancia, la gracia de la cual necesitamos tanto.
Nos entregamos a Vos, ¡oh Niño omnipotente!
Seguros de que no quedara frustrada nuestra esperanza
y que en virtud de vuestra divina promesa,
acogeréis y despachareis favorablemente nuestra suplica.
Consideraciones
Consideración para el Día segundo
Diciembre 17
El Verbo Eterno se halla a punto de tomar su naturaleza creada en la santa casa de Nazaret, en donde moraban María y José. María pasaba las silenciosas horas de la noche en la unión más estrecha con Dios y mientras oraba se le apareció el Arcángel San Gabriel, enviado de parte de Dios, con el fin de pedirle su consentimiento para la Encarnación.
Aquel momento fue muy solemne; era potestativo en María el rehusar. Con qué adorables delicias, con qué inefable complacencia aguardaría la Santísima Trinidad a que María abriese los labios y pronunciase el “fiat” que debió ser melodía para sus oídos y con el cual se conformaba su profunda humildad a la omnipotente voluntad divina. La Virgen Inmaculada ha dado su consentimiento El Arcángel ha desaparecido. Dios se ha revestido de una naturaleza creada y la voluntad eterna está ya cumplida.
En las regiones del mundo angélico estallaba un júbilo inmenso. El Verbo se había hecho carne y aunque todavía invisible para el mundo, habitaba ya entre los hombres a quienes su inmenso amor había venido a rescatar. No era ya sólo el Verbo Eterno, era el Niño Jesús revestido de la apariencia humana, que justificaba ya el elogio que de El habían hecho todas las generaciones al llamarle el más hermoso de los hijos de los hombres.
Consideración para el Día Cuarto
Diciembre 19
Desde el seno de su Madre comenzó el Niño Jesús a poner en práctica su entera sumisión a Dios, la cual continuó sin la menor interrupción durante toda su vida. Adoraba a su Eterno Padre, lo amaba, se sometía a su voluntad; aceptaba con resignación el estado en que se hallaba, conociendo toda su debilidad, toda su humillación, todas sus incomodidades. Quién de nosotros quisiera retroceder a un estado semejante, sin pleno goce de la razón y de la reflexión? Quién pudiera sostener a sabiendas un martirio tan prolongado, tan penoso de todas maneras? Por ahí entró el Divino Niño en su dolorosa y humillante carrera; así empezó a anonadarse delante de su Padre; a enseñarnos lo que Dios merece por parte de su criatura, a expiar nuestro orgullo, origen de todos nuestros pecados, y a hacernos sentir toda la criminalidad y el desorden de este orgullo.
Deseamos hacer una verdadera oración? Empecemos por formarnos de ella una exacta idea contemplando al Niño en el seno de su Madre. El Divino Niño ora del modo más excelente. No habla, no medita, no se deshace en tiernos afectos. Su mismo estado, aceptado con la intención de honrar a Dios, es su oración y ese estado expresa altamente todo lo que Dios merece, y de qué modo quiere ser adorado por nosotros.
Unámonos a la oración del Niño Dios en el seno de María, unámonos a su profundo abatimiento, y sea éste el primer efecto de nuestro sacrificio a Dios, no para ser algo, como lo pretende continuamente nuestra vanidad, sino para no ser nada; para estar eternamente consumidos y anonadados; para renunciar a la estimación de nosotros mismos, a todo cuidado de nuestra grandeza, aunque sea espiritual, a todo movimiento de vanagloria. Desaparezcamos a nuestros propios ojos y que Dios sea todo para nosotros.
Consideración para el Día séptimo
Diciembre 22
Representémonos el viaje de María y José hacia Belén. Llevan consigo, aún no nacido, al Creador del Universo hecho hombre. Contemplemos la humildad y la obediencia de ese Divino Niño, que, aunque de raza judía y habiendo amado durante siglos a su pueblo con una predilección inexplicable, obedece así a un príncipe extranjero que forma el censo de población de su provincia, como si hubiese para El en esa circunstancia algo que le halagase y como si quisiese aprovechar la ocasión de hacerse empadronar oficial y auténticamente súbdito, en el momento en que venía al mundo. No es extraño que la humillación, que causa tan invencible repugnancia a la criatura, parezca ser la única cosa creada que tenga atractivo para el Creador? No nos enseñará la humildad de Jesús a amar esa hermosa virtud?
Ah! Que llegue el momento en que aparezca el deseado de las naciones, porque todo dama por ese feliz acontecimiento El mundo sumido en la oscuridad y en el malestar busca y no encuentra alivio de su males, suspira por su libertad. El anhelo de José y la expectativa de María son cosas que no puede explicar el lenguaje humano. El Padre Eterno se halla, sino es lícito emplear esta expresión, impaciente por dar a su Hijo único al mundo y verle ocupar su puesto entre las criaturas visibles. El Espíritu Santo arde en deseos de presentar a la luz del día esa Santa Humanidad tan bella, que El mismo ha formado con tan especial y divino esmero.
En cuanto al Divino Niño, objeto de tantos anhelos, recordemos que hacia nosotros avanza lo mismo que hacia Belén. Apresuremos con nuestros deseos el momento de su llegada, purifiquemos nuestros corazones para que sean su mansión terrenal. Que nuestros actos de mortificación y desprendimiento preparen los caminos del Señor y hagan rectos sus senderos.
Consideración para el Día noveno
Diciembre 24
La noche ha cerrado del todo en las campiñas de Belén. Desechados por los hombres y viéndose sin abrigo, María y José han salido de la inhospitalaria población, y se han refugiado en una gruta que se encontraba al pie de una colina. Seguía a la Reina de los Ángeles el jumento que le había servido de cabalgadura durante el viaje y en aquella cueva hallaron un manso buey, dejado ahí probablemente por alguno de los caminantes que había ido a buscar hospedaje en la ciudad. El Divino Niño, desconocido por sus criaturas racionales, va a tener que acudir a los irracionales para que calienten con su tibio aliento la atmósfera helada de esa noche de invierno y le manifiesten con su humilde actitud, el respeto y la adoración que le había negado Belén.
La rojiza linterna que José tiene en la mano ilumina tenuemente ese pobrísimo recinto, ese pesebre lleno de paja, que es figura profética de las maravillas del altar y de la íntima y prodigiosa unión eucarística que Jesús ha de contraer con los hombres. María está en adoración en medio de la gruta, y así van pasando Pero ha llegado la media noche y de repente, vemos dentro de ese pesebre poco antes vacío, al Dios Niño esperado, vaticinado, deseado durante cuatro mil años con tan inefables anhelos.
A sus pies se postra su Santísima Madre, en los transportes de una adoración de la cual nada puede dar idea. José también se le acerca y le rinde el homenaje con que inaugura su misterioso e imponderable oficio de padre adoptivo del Redentor de los hombres.
La multitud de ángeles que desciende del cielo a contemplar esa maravilla sin par, deja estallar su júbilo y hace vibrar en los aires las alegrías de ese GLORIA IN EXCELSIS, que es el eco de la adoración que se produce en torno al trono del Altísimo y se hace perceptible por un instante a los oídos de la pobre tierra. Convocados por ellos vienen en tropel los pastores de la comarca a adorar al “recién nacido” y a presentarle sus humildes ofrendas.
Ya brilla en Oriente la misteriosa estrella de Jacob; y ya se pone en marcha hacia Belén la caravana espléndida de los Reyes Magos, que dentro de pocos días vendrán a depositar a los pies del Divino Niño el oro, el incienso y la mirra, que son símbolos de la caridad, de la oración y de la mortificación.
¡Oh adorable Niño! Nosotros también, los que hemos hecho esta novena para prepararnos al día de vuestra Navidad, queremos ofreceros nuestra pobre adoración; no la rechacéis; venid a nuestras almas, venid a nuestros corazones llenos de amor. Encended en ellos la devoción a vuestra Santa Infancia, no intermitente y sólo circunscrita al tiempo de vuestra Navidad, sino siempre y en todos los tiempos; devoción que fiel y celosamente propagada nos conduzca a la vida eterna, librándonos del pecado y sembrando en nosotros todas las virtudes cristianas.
Como siempre nadie esta conforme con lo que tiene, y va en busca de algo más esperando sea mejor, pues bueno al Episcopado Nacional, se le ocurrió que como todo el mundo ya se sabia de memoria la tradicional Novena de Navidad, (me incluyó), debía cambiarla pues según ellos la gente no la rezaba con devoción. Y convirtieron la tradicional novena, en una plataforma socio-política moderna.
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Mi familia al igual que muchas otras se resiste a cambiar una tradición que data del siglo XVIII, y decidimos continuar con la tradicional, que por cierto, es mucho más linda, dicen que es signo de vejez empezar a ver el pasado como mejor, pero en esto creo que se equivoca. Hace días quería escribir sobre este tema, pero era un poco largo, así que no lo habia podido terminar.
Primero les diré que la Novena se empieza nueve días antes de la Navidad, es decir, el 16 de diciembre, y se hace como preparación a la venida del Niño Dios, en la tradición colombiana se acostumbra a rezarla, cantar villancicos tradicionales (que merecen otro post aparte) y después a repartir entre los asistentes algún tipo de golosina o "mecato" tradicional de estas fechas. Es importante, porque en ella se reúnen familias, vecinos, conocidos, recuerdo cuando niña ibamos de Novena en Novena, solo para poder cantar villancicos con nuestras panderetas y por supuesto para esperar el dulce que nos iban a dar al final. Las cosas han cambiado, pero aun es un modo de reunir a las familias, y vecinos.
La Novena son un conjunto de oraciones con un órden especial, inicia con la Oración para todos los días, sigue la Consideración para cada día (este es el único elemento que varía cada uno de los nueve días), a continuación la Oración a la Santísima Virgen, la Oración a San José, los Gozos o Aspiraciones para todos los días (son versos intercalados con cantos), y por último la Oración al Niño Jesús. Y creí apropiada escribirla por si más adelante me falla la memoria y no puedo recordar la Novena Tradicional, y debo remitirme a la "Nueva". Sin más preámbulo, esta es la Novena de Navidad o Novena de Aguinaldos:
Oración para todos los días
Benignísimo Dios de infinita caridad,
que tanto amasteis a los hombres,
que les disteis en vuestro Hijo la mejor prenda de vuestro amor
para que hecho hombre en las entrañas de una Virgen,
naciese en un pesebre para nuestra salud y remedio;
yo, en nombre de todos los mortales,
os doy infinitas gracias por tan soberano beneficio.
En retorno de él, os ofrezco la pobreza, humildad
y demás virtudes de vuestro hijo humanado;
suplicándoos por sus divinos méritos,
por las incomodidades con que nació
y por las tiernas lágrimas que derramó en el pesebre,
que dispongáis nuestros corazones con humildad profunda,
con amor encendido, con total desprecio de todo lo terreno,
para que Jesús recién nacido tenga en ellos su cuna y more eternamente.
Amén.
(Se reza tres veces el Gloria al Padre)
Consideración
(Es lo único que varía cada día)
Consideración para el Dia primero
16 de diciembreLa vida del Verbo Eterno en el seno de su padre era una vida maravillosa; y sin embargo, ¡misterio sublime! Busca otra morada. Una mansión creada. No era porque en su mansión eterna faltase algo a su infinita felicidad, sino porque su misericordia infinita anhelaba la redención y la salvación del género humano, que sin El no podría verificarse.El pecado de Adán había ofendido a un Dios, y esa ofensa infinita no podía ser perdonada sino por los meritos del mismo Dios. La raza de Adán había desobedecido y merecido un castigo eterno; era, pues, necesario para salvarla y satisfacer su culpa que Dios, sin dejar el cielo, tomase la forma del hombre y con la obediencia a los designios de su Padre, expiase aquella desobediencia, ingratitud y rebeldía.Era necesario en las miras de su amor que tomase la forma, las debilidades e ignorancia sistemática del hombre, que creciese para darle crecimiento espiritual; que sufriese, para morir a sus pasiones y a su orgullo y por eso el Verbo Eterno, ardiendo en deseos de salvar al hombre, resolvió hacerse hombre también, y así redimir al culpable.
Oración a la Santísima Virgen
Soberana Maria que por vuestras grandes virtudes
y especialmente por vuestra humildad
merecisteis que todo un Dios os escogiese por madre suya,
os suplico que vos misma preparéis y dispongáis mi alma,
y las de todos los que en este tiempo hicieren esta novena,
para el nacimiento espiritual de vuestro adorado hijo.
¡Oh Dulcísima Madre!
comunicadme algo del profundo recogimiento y divina ternura
con que le aguardasteis vos
para que nos hagáis menos indignos de verle,
amarle y adorarle por toda la eternidad.
(Se reza el Avemaría)
Oración a San José
¡Oh santísimo José, esposo de Maria y padre putativo de Jesús!
Infinitas gracias doy a Dios porque os escogió para altos ministerios
y os adorno con todos los dones proporcionados a tan excelente grandeza.
Os ruego, por el amor que tuvisteis al Divino Niño,
me abraséis en fervorosos deseos de verle y recibirle sacramentalmente,
mientras en su Divina Esencia le vea y goce en el cielo. Amen.
(Se reza el Padre Nuestro)
Gozos o Aspiraciones para la venida del Niño Dios
Dulce Jesús Mió
Mi niño adorado.
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
¡Oh Sapiensa suma
Del Dios soberano,
Que al nivel de un niño
Te hallas rebajado!
¡Oh Divino infante
Ven para enseñarnos
La prudencia que hace
Verdaderos sabios!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
¡Oh raíz sagrada
De José, que en lo alto
Presentas al orbe
Tu fragante nardo!
¡Dulcísimo Niño
Que has sido llamado
“Lirio de los Valles,
Bella flor del campo!”
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
¡Oh lumbre de Oriente
Sol de eternos rayos
Que entre las tinieblas
Tu esplendor veamos!
¡Niño tan precioso
Dicha del cristiano,
Luzca la sonrisa
De tus labios!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
Rey de las naciones
Emmanuel preclaro.
De Israel anhelo
Pastor de rebano!
¡Niño que apacientas
Con suave cayado
Ya la oveja arisca
Ya el cordero manso!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
Ábranse los cielos
Y llueva de lo alto
Bienhechor roció
Como riego santo!
¡Ven hermoso Niño!
¡Ven Dios humanado!
Luce, hermosa estrella,
Brota flor del campo!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
Ven que ya Maria
Previene sus brazos
Do su Niño vean
En tiempo cercano!
¡Ven que ya José
con anhelo sacro
se dispone a hacerse
de tu amor sagrario!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
¡Del débil auxilio.
Del doliente amparo,
Consuelo del triste,
Luz del desterrado!
¡Vida de mi vida,
mi sueño adorado,
Mi constante amigo,
Mi divino hermano!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
¡Ve ante mis ojos
De ti enamorados
Bese ya tus plantas!
Bese ya tus manos!
Prosternado en tierra
Te tiendo los brazos
Y aun más que mis frases
Te dice mi llanto!
Ven Salvador nuestro,
Por quien suspiramos,
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
Oración al Niño Jesús
Acordaos ¡oh dulcísimo Niño Jesús!
Que dijiste a la Venerable Margarita del Santísimo Sacramento,
y en persona suya a todos vuestros devotos,
estas palabras tan consoladoras
para nuestra pobre humanidad agobiada y doliente:
“Todo lo que quieras pedir,
pídelo por los meritos de mi infancia y nada te será negado”.
Llenos de confianza en Vos, ¡Oh Jesús, que sois la misma verdad,
venimos a exponeros toda nuestra miseria.
Ayúdanos a llevar una vida santa,
para conseguir una eternidad bienaventurada.
Concédenos por los meritos infinitos de vuestra encarnación
y de vuestra infancia, la gracia de la cual necesitamos tanto.
Nos entregamos a Vos, ¡oh Niño omnipotente!
Seguros de que no quedara frustrada nuestra esperanza
y que en virtud de vuestra divina promesa,
acogeréis y despachareis favorablemente nuestra suplica.
Amen.
(Se reza el Padre Nuestro)
(Se reza el Padre Nuestro)
Consideraciones
Consideración para el Día segundo
Diciembre 17
El Verbo Eterno se halla a punto de tomar su naturaleza creada en la santa casa de Nazaret, en donde moraban María y José. María pasaba las silenciosas horas de la noche en la unión más estrecha con Dios y mientras oraba se le apareció el Arcángel San Gabriel, enviado de parte de Dios, con el fin de pedirle su consentimiento para la Encarnación.
Aquel momento fue muy solemne; era potestativo en María el rehusar. Con qué adorables delicias, con qué inefable complacencia aguardaría la Santísima Trinidad a que María abriese los labios y pronunciase el “fiat” que debió ser melodía para sus oídos y con el cual se conformaba su profunda humildad a la omnipotente voluntad divina. La Virgen Inmaculada ha dado su consentimiento El Arcángel ha desaparecido. Dios se ha revestido de una naturaleza creada y la voluntad eterna está ya cumplida.
En las regiones del mundo angélico estallaba un júbilo inmenso. El Verbo se había hecho carne y aunque todavía invisible para el mundo, habitaba ya entre los hombres a quienes su inmenso amor había venido a rescatar. No era ya sólo el Verbo Eterno, era el Niño Jesús revestido de la apariencia humana, que justificaba ya el elogio que de El habían hecho todas las generaciones al llamarle el más hermoso de los hijos de los hombres.
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(Todo lo demás como el primer día)
Consideración para el Día Tercero
Diciembre 18
Así había comenzado su vida en la tierra el Niño Jesús. Consideremos el alma gloriosa y el santo cuerpo que había tomado, adorándolos profundamente.
Admirando en primer lugar el alma de ese Divino Niño, consideremos en ella la plenitud de su gracia santificadora, la de su ciencia beatífica, por la cual desde el primer momento de su vida, vio la divina Esencia más claramente que todos los ángeles y leyó lo pasado y lo porvenir con todos sus arcanos y conocimientos. No supo nunca por adquisición voluntaria nada que no supiese por infusión desde el primer momento de su ser; pero El aceptó todas las debilidades de nuestra naturaleza a que dignamente podía someterse. aun cuando no fuesen necesarias para la grande obra que debía cumplir. Pidámosle que sus divinas facultades suplan la debilidad de las nuestras y les dé nuevas energías; que su memoria nos enseñe a recordar sus beneficios, su entendimiento a pensar en El, a no hacer sino su voluntad, lo que El quiere y en servicio suyo.
Del alma del Niño Jesús pasemos ahora a su cuerpo que era un mundo de maravillas, una obra maestra de la mano de Dios. No era como el nuestro, una traba para su alma, era por el contrario un nuevo elemento de santidad; quiso que fuese pequeño y débil como el de todos los niños y sujeto a todas las incomodidades de la infancia para asemejarse más a nosotros y participar de nuestras humillaciones. El Espíritu Santo formó ese cuerpecito con tal delicadeza y tal capacidad de sentir, que pudiese sufrir hasta el exceso para cumplir la grande obra de nuestra Redención. La belleza de ese cuerpo del Divino Niño fue superior a cuanto se ha imaginado jamás, y la divina sangre que por sus venas empezó a circular desde el momento de su encarnación, es laque lava toda las manchas del mundo culpable. Pidámosle que lave las nuestras en el sacramento de la penitencia, para que el día de su dichosa Navidad nos encuentre purificados, perdonados y dispuestos a recibirle con amor y provecho espiritual!
Consideración para el Día Tercero
Diciembre 18
Así había comenzado su vida en la tierra el Niño Jesús. Consideremos el alma gloriosa y el santo cuerpo que había tomado, adorándolos profundamente.
Admirando en primer lugar el alma de ese Divino Niño, consideremos en ella la plenitud de su gracia santificadora, la de su ciencia beatífica, por la cual desde el primer momento de su vida, vio la divina Esencia más claramente que todos los ángeles y leyó lo pasado y lo porvenir con todos sus arcanos y conocimientos. No supo nunca por adquisición voluntaria nada que no supiese por infusión desde el primer momento de su ser; pero El aceptó todas las debilidades de nuestra naturaleza a que dignamente podía someterse. aun cuando no fuesen necesarias para la grande obra que debía cumplir. Pidámosle que sus divinas facultades suplan la debilidad de las nuestras y les dé nuevas energías; que su memoria nos enseñe a recordar sus beneficios, su entendimiento a pensar en El, a no hacer sino su voluntad, lo que El quiere y en servicio suyo.
Del alma del Niño Jesús pasemos ahora a su cuerpo que era un mundo de maravillas, una obra maestra de la mano de Dios. No era como el nuestro, una traba para su alma, era por el contrario un nuevo elemento de santidad; quiso que fuese pequeño y débil como el de todos los niños y sujeto a todas las incomodidades de la infancia para asemejarse más a nosotros y participar de nuestras humillaciones. El Espíritu Santo formó ese cuerpecito con tal delicadeza y tal capacidad de sentir, que pudiese sufrir hasta el exceso para cumplir la grande obra de nuestra Redención. La belleza de ese cuerpo del Divino Niño fue superior a cuanto se ha imaginado jamás, y la divina sangre que por sus venas empezó a circular desde el momento de su encarnación, es laque lava toda las manchas del mundo culpable. Pidámosle que lave las nuestras en el sacramento de la penitencia, para que el día de su dichosa Navidad nos encuentre purificados, perdonados y dispuestos a recibirle con amor y provecho espiritual!
(Todo lo demás como el primer día)
Consideración para el Día Cuarto
Diciembre 19
Desde el seno de su Madre comenzó el Niño Jesús a poner en práctica su entera sumisión a Dios, la cual continuó sin la menor interrupción durante toda su vida. Adoraba a su Eterno Padre, lo amaba, se sometía a su voluntad; aceptaba con resignación el estado en que se hallaba, conociendo toda su debilidad, toda su humillación, todas sus incomodidades. Quién de nosotros quisiera retroceder a un estado semejante, sin pleno goce de la razón y de la reflexión? Quién pudiera sostener a sabiendas un martirio tan prolongado, tan penoso de todas maneras? Por ahí entró el Divino Niño en su dolorosa y humillante carrera; así empezó a anonadarse delante de su Padre; a enseñarnos lo que Dios merece por parte de su criatura, a expiar nuestro orgullo, origen de todos nuestros pecados, y a hacernos sentir toda la criminalidad y el desorden de este orgullo.
Deseamos hacer una verdadera oración? Empecemos por formarnos de ella una exacta idea contemplando al Niño en el seno de su Madre. El Divino Niño ora del modo más excelente. No habla, no medita, no se deshace en tiernos afectos. Su mismo estado, aceptado con la intención de honrar a Dios, es su oración y ese estado expresa altamente todo lo que Dios merece, y de qué modo quiere ser adorado por nosotros.
Unámonos a la oración del Niño Dios en el seno de María, unámonos a su profundo abatimiento, y sea éste el primer efecto de nuestro sacrificio a Dios, no para ser algo, como lo pretende continuamente nuestra vanidad, sino para no ser nada; para estar eternamente consumidos y anonadados; para renunciar a la estimación de nosotros mismos, a todo cuidado de nuestra grandeza, aunque sea espiritual, a todo movimiento de vanagloria. Desaparezcamos a nuestros propios ojos y que Dios sea todo para nosotros.
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(Todo lo demás como el primer día)
Consideración para el Día Quinto
Diciembre 20
Ya hemos visto la vida que llevaba el Niño Dios en el seno de su purísima Madre. Veamos hoy también la vida que llevaba María durante el mismo espacio de tiempo. Necesidad hay de que nos detengamos en ella si queremos comprender, en cuanto es posible, los sublimes misterios de la Encarnación y el modo como hemos de corresponder a ellos.
María no cesaba de desear el momento en que gozaría de esa visión beatífica terrestre: la faz de Dios encarnado. Estaba a punto de ver aquella faz humana que debía iluminar el cielo durante toda la eternidad.
Iba a leer el amor filial en aquellos mismos ojos cuyos rayos debían esparcir para siempre la felicidad en millones de elegidos. Iba a ver aquel rostro todos los días, a todas horas, a cada instante durante muchos años. Iba a verle en la ignorancia aparente de la infancia, en los encantos particulares de la juventud en la serenidad reflexiva de la edad madura. Haría todo lo que quisiese de aquella faz divina; podría estrecharla contra la suya con toda la libertad del amor materno; cubrir de besos los labios que debían pronunciar la sentencia a todos los hombres; contemplarla a su gusto durante su sueño o despierta, hasta que la hubiese aprendido de memoria. Cuán ardientemente deseaba ese día!
Tal era la vida de expectativa de María; era inaudita en sí misma, mas no por eso dejaba de ser el tipo magnífico de toda vida cristiana. No nos contentemos con mirar a Jesús en María; pensemos que en nosotros también reside, por esencia, potencia y presencia. Jesús nace continuamente en nosotros por las buenas obras que hacemos en estado de gracia; de manera que el alma que se halla en gracia es un seno perpetuo de María, un Belén interior sin fin. Después de la Comunión, Jesús habita en nosotros durante algunos minutos, real y sustancialmente como Dios y como hombre, .porque el mismo Niño que estaba en María está también en el Santísimo Sacramento. Qué es todo eso sino una participación de la vida de María durante esos maravillosos meses, y una expectativa tan llena de delicias como la suya?
Consideración para el Día Quinto
Diciembre 20
Ya hemos visto la vida que llevaba el Niño Dios en el seno de su purísima Madre. Veamos hoy también la vida que llevaba María durante el mismo espacio de tiempo. Necesidad hay de que nos detengamos en ella si queremos comprender, en cuanto es posible, los sublimes misterios de la Encarnación y el modo como hemos de corresponder a ellos.
María no cesaba de desear el momento en que gozaría de esa visión beatífica terrestre: la faz de Dios encarnado. Estaba a punto de ver aquella faz humana que debía iluminar el cielo durante toda la eternidad.
Iba a leer el amor filial en aquellos mismos ojos cuyos rayos debían esparcir para siempre la felicidad en millones de elegidos. Iba a ver aquel rostro todos los días, a todas horas, a cada instante durante muchos años. Iba a verle en la ignorancia aparente de la infancia, en los encantos particulares de la juventud en la serenidad reflexiva de la edad madura. Haría todo lo que quisiese de aquella faz divina; podría estrecharla contra la suya con toda la libertad del amor materno; cubrir de besos los labios que debían pronunciar la sentencia a todos los hombres; contemplarla a su gusto durante su sueño o despierta, hasta que la hubiese aprendido de memoria. Cuán ardientemente deseaba ese día!
Tal era la vida de expectativa de María; era inaudita en sí misma, mas no por eso dejaba de ser el tipo magnífico de toda vida cristiana. No nos contentemos con mirar a Jesús en María; pensemos que en nosotros también reside, por esencia, potencia y presencia. Jesús nace continuamente en nosotros por las buenas obras que hacemos en estado de gracia; de manera que el alma que se halla en gracia es un seno perpetuo de María, un Belén interior sin fin. Después de la Comunión, Jesús habita en nosotros durante algunos minutos, real y sustancialmente como Dios y como hombre, .porque el mismo Niño que estaba en María está también en el Santísimo Sacramento. Qué es todo eso sino una participación de la vida de María durante esos maravillosos meses, y una expectativa tan llena de delicias como la suya?
(Todo lo demás como el primer día)
Consideración para el Día Sexto
Diciembre 21
Consideración para el Día Sexto
Diciembre 21
Jesús había sido concebido en Nazaret, domicilio de José y de María y allí era de creerse que había de nacer, según todas las probabilidades. Mas Dios lo tenía dispuesto de otra manera, y los profetas habían anunciado que el Mesías nacería en Belén de Judá, ciudad de David. Para que se cumpliese esta predicción, Dios se sirvió de un medio que no parecía tener ninguna relación con este objeto, a saber, la orden dada por el Emperador Augusto de que todos los súbditos del Imperio Romano se empadronasen en el lugar de donde eran originarios. María y José, como descendientes que eran de David, no estaban dispensados de ir a Belén; y ni la situación de la Virgen Santísima, ni la necesidad en que estaba José del trabajo diario que les aseguraba su subsistencia, pudo eximirlos de este largo y penoso viaje, en la estación más rigurosa del año.
No ignoraba Jesús en qué lugar debía nacer y así inspira a sus padres que se entreguen a la Providencia y que de esta manera concurran inconscientemente a la ejecución de sus designios. Almas interiores: observad este manejo del Divino Niño porque es el más importante de la vida espiritual; aprended que quien se ha entregado a Dios, ya no ha de pertenecer a sí mismo, ni ha de querer a cada instante sino lo que Dios quiera para él, siguiéndole ciegamente, aún en las cosas exteriores, tales como el cambio de lugar, donde quiera que le plazca conducirle. Ocasión tendréis de observar esta dependencia y esta fidelidad inviolable en toda la vida de Jesucristo, y este es el punto sobre el cual se han esmerado en imitarle los santos y las almas verdaderamente interiores, renunciando absolutamente a su propia voluntad.
No ignoraba Jesús en qué lugar debía nacer y así inspira a sus padres que se entreguen a la Providencia y que de esta manera concurran inconscientemente a la ejecución de sus designios. Almas interiores: observad este manejo del Divino Niño porque es el más importante de la vida espiritual; aprended que quien se ha entregado a Dios, ya no ha de pertenecer a sí mismo, ni ha de querer a cada instante sino lo que Dios quiera para él, siguiéndole ciegamente, aún en las cosas exteriores, tales como el cambio de lugar, donde quiera que le plazca conducirle. Ocasión tendréis de observar esta dependencia y esta fidelidad inviolable en toda la vida de Jesucristo, y este es el punto sobre el cual se han esmerado en imitarle los santos y las almas verdaderamente interiores, renunciando absolutamente a su propia voluntad.
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(Todo lo demás como el primer día)
Consideración para el Día séptimo
Diciembre 22
Representémonos el viaje de María y José hacia Belén. Llevan consigo, aún no nacido, al Creador del Universo hecho hombre. Contemplemos la humildad y la obediencia de ese Divino Niño, que, aunque de raza judía y habiendo amado durante siglos a su pueblo con una predilección inexplicable, obedece así a un príncipe extranjero que forma el censo de población de su provincia, como si hubiese para El en esa circunstancia algo que le halagase y como si quisiese aprovechar la ocasión de hacerse empadronar oficial y auténticamente súbdito, en el momento en que venía al mundo. No es extraño que la humillación, que causa tan invencible repugnancia a la criatura, parezca ser la única cosa creada que tenga atractivo para el Creador? No nos enseñará la humildad de Jesús a amar esa hermosa virtud?
Ah! Que llegue el momento en que aparezca el deseado de las naciones, porque todo dama por ese feliz acontecimiento El mundo sumido en la oscuridad y en el malestar busca y no encuentra alivio de su males, suspira por su libertad. El anhelo de José y la expectativa de María son cosas que no puede explicar el lenguaje humano. El Padre Eterno se halla, sino es lícito emplear esta expresión, impaciente por dar a su Hijo único al mundo y verle ocupar su puesto entre las criaturas visibles. El Espíritu Santo arde en deseos de presentar a la luz del día esa Santa Humanidad tan bella, que El mismo ha formado con tan especial y divino esmero.
En cuanto al Divino Niño, objeto de tantos anhelos, recordemos que hacia nosotros avanza lo mismo que hacia Belén. Apresuremos con nuestros deseos el momento de su llegada, purifiquemos nuestros corazones para que sean su mansión terrenal. Que nuestros actos de mortificación y desprendimiento preparen los caminos del Señor y hagan rectos sus senderos.
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(Todo lo demás como el primer día)
Consideración para el Día octavo
Diciembre 23
Llegan a Belén José y María buscando hospedaje en los mesones pero no lo encuentran, ya por hallarse todos ocupados, ya porque se les desecha a causa de su pobreza. Empero, nadie puede turbar la paz interior de los que están fijos en Dios. Si José experimentaba tristeza cuando era rechazado de casa en casa, porque pensaba en María y en el Niño, sonreía también con santa tranquilidad cuando fijaba la mirada en su casta esposa. El Niño, aún no nacido, regocija base en aquellas negativas que eran el preludio de sus humillaciones venideras. Cada voz áspera, el ruido de cada puerta que se cerraba ante ellos era una dulce melodía para sus oídos. Eso era lo que había venido a buscar. El deseo de esas humillaciones era lo que había contribuido a hacerle tomar forma humana.
Oh Divino Niño de Belén! Estos días que tantos han pasado en fiestas o diversiones o descansando muellemente en cómodas y ricas mansiones, han sido para vuestros padres unos días de fatiga y vejaciones de toda clase.
Ah! El espíritu de Belén es el de un mundo que ha olvidado a Dios ¿Cuántas veces no lo ha sido también el nuestro? No cerramos continuamente con ruda ignorancia la puerta a los llamamientos de Dios, que nos invita a convertirnos o a santificarnos o a conformarnos con su voluntad? No hacemos mal uso de nuestras penas, desconociendo su carácter celestial, aunque cada una, a su modo, lo lleva grabado en sí? Dios viene a nosotros muchas veces en la vida, pero no conocemos su faz, no le conocemos sino cuando nos vuelve la espalda y se aleja, después de nuestra negativa.
Pónese el sol del 24 de Diciembre detrás de los tejados de Belén y sus últimos rayos doran la cima de las rocas escarpadas que le rodean. Hombres groseros codean rudamente al Señor en las calles de aquella aldea oriental, y cierran las puertas al ver a su Madre. La bóveda de los cielos aparece purpurina por encima de aquellas colinas frecuentadas por los pastores. Las estrellas van apareciendo una tras otra. Algunas horas más y aparecerá el Verbo Eterno.
Consideración para el Día octavo
Diciembre 23
Llegan a Belén José y María buscando hospedaje en los mesones pero no lo encuentran, ya por hallarse todos ocupados, ya porque se les desecha a causa de su pobreza. Empero, nadie puede turbar la paz interior de los que están fijos en Dios. Si José experimentaba tristeza cuando era rechazado de casa en casa, porque pensaba en María y en el Niño, sonreía también con santa tranquilidad cuando fijaba la mirada en su casta esposa. El Niño, aún no nacido, regocija base en aquellas negativas que eran el preludio de sus humillaciones venideras. Cada voz áspera, el ruido de cada puerta que se cerraba ante ellos era una dulce melodía para sus oídos. Eso era lo que había venido a buscar. El deseo de esas humillaciones era lo que había contribuido a hacerle tomar forma humana.
Oh Divino Niño de Belén! Estos días que tantos han pasado en fiestas o diversiones o descansando muellemente en cómodas y ricas mansiones, han sido para vuestros padres unos días de fatiga y vejaciones de toda clase.
Ah! El espíritu de Belén es el de un mundo que ha olvidado a Dios ¿Cuántas veces no lo ha sido también el nuestro? No cerramos continuamente con ruda ignorancia la puerta a los llamamientos de Dios, que nos invita a convertirnos o a santificarnos o a conformarnos con su voluntad? No hacemos mal uso de nuestras penas, desconociendo su carácter celestial, aunque cada una, a su modo, lo lleva grabado en sí? Dios viene a nosotros muchas veces en la vida, pero no conocemos su faz, no le conocemos sino cuando nos vuelve la espalda y se aleja, después de nuestra negativa.
Pónese el sol del 24 de Diciembre detrás de los tejados de Belén y sus últimos rayos doran la cima de las rocas escarpadas que le rodean. Hombres groseros codean rudamente al Señor en las calles de aquella aldea oriental, y cierran las puertas al ver a su Madre. La bóveda de los cielos aparece purpurina por encima de aquellas colinas frecuentadas por los pastores. Las estrellas van apareciendo una tras otra. Algunas horas más y aparecerá el Verbo Eterno.
(Todo lo demás como el primer día)
Consideración para el Día noveno
Diciembre 24
La noche ha cerrado del todo en las campiñas de Belén. Desechados por los hombres y viéndose sin abrigo, María y José han salido de la inhospitalaria población, y se han refugiado en una gruta que se encontraba al pie de una colina. Seguía a la Reina de los Ángeles el jumento que le había servido de cabalgadura durante el viaje y en aquella cueva hallaron un manso buey, dejado ahí probablemente por alguno de los caminantes que había ido a buscar hospedaje en la ciudad. El Divino Niño, desconocido por sus criaturas racionales, va a tener que acudir a los irracionales para que calienten con su tibio aliento la atmósfera helada de esa noche de invierno y le manifiesten con su humilde actitud, el respeto y la adoración que le había negado Belén.
La rojiza linterna que José tiene en la mano ilumina tenuemente ese pobrísimo recinto, ese pesebre lleno de paja, que es figura profética de las maravillas del altar y de la íntima y prodigiosa unión eucarística que Jesús ha de contraer con los hombres. María está en adoración en medio de la gruta, y así van pasando Pero ha llegado la media noche y de repente, vemos dentro de ese pesebre poco antes vacío, al Dios Niño esperado, vaticinado, deseado durante cuatro mil años con tan inefables anhelos.
A sus pies se postra su Santísima Madre, en los transportes de una adoración de la cual nada puede dar idea. José también se le acerca y le rinde el homenaje con que inaugura su misterioso e imponderable oficio de padre adoptivo del Redentor de los hombres.
La multitud de ángeles que desciende del cielo a contemplar esa maravilla sin par, deja estallar su júbilo y hace vibrar en los aires las alegrías de ese GLORIA IN EXCELSIS, que es el eco de la adoración que se produce en torno al trono del Altísimo y se hace perceptible por un instante a los oídos de la pobre tierra. Convocados por ellos vienen en tropel los pastores de la comarca a adorar al “recién nacido” y a presentarle sus humildes ofrendas.
Ya brilla en Oriente la misteriosa estrella de Jacob; y ya se pone en marcha hacia Belén la caravana espléndida de los Reyes Magos, que dentro de pocos días vendrán a depositar a los pies del Divino Niño el oro, el incienso y la mirra, que son símbolos de la caridad, de la oración y de la mortificación.
¡Oh adorable Niño! Nosotros también, los que hemos hecho esta novena para prepararnos al día de vuestra Navidad, queremos ofreceros nuestra pobre adoración; no la rechacéis; venid a nuestras almas, venid a nuestros corazones llenos de amor. Encended en ellos la devoción a vuestra Santa Infancia, no intermitente y sólo circunscrita al tiempo de vuestra Navidad, sino siempre y en todos los tiempos; devoción que fiel y celosamente propagada nos conduzca a la vida eterna, librándonos del pecado y sembrando en nosotros todas las virtudes cristianas.
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(Todo lo demás como el primer día)
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